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viernes 05 de diciembre del 2025

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Natalia Rivero: El yoga como camino de transformación, conciencia y fuente constante de inspiración

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En diálogo con El Nuevo Heraldo, y en el marco del Día Internacional del Yoga, Natalia compartió cómo esta disciplina transformó su vida, guiándola hacia el equilibrio, la conciencia y la conexión interior. Destacó que su labor diaria se sostiene en la entrega, el compromiso y el amor por acompañar a otros en su propio camino de búsqueda y transformación.

En el marco de la conmemoración del Día Internacional del Yoga, celebrado el pasado 21 de junio, conversamos con Natalia Rivero, querida y reconocida Profesora en la materia, una referente apasionada y sensible de esta disciplina, Se define como una apasionada del yoga y su poder transformador. Durante el desarrollo de la entrevista nos cuenta: «Acompaño a cada alumno desde la escucha, el respeto y la presencia, para que juntos construyamos un espacio de calma, conciencia y bienestar«, con la humildad de quien aún se reconoce practicante. Para Natalia, el yoga fue y es un refugio, una herramienta que llegó en el momento justo para sostenerla y reorientarla, y que hoy se ha convertido en el puente que la une con quienes buscan paz, equilibrio y conexión interior. En ese espíritu nace Casa GAIAM, su espacio creado con profunda intención, donde cada clase es una ofrenda de presencia, amor y gratitud. Un lugar donde cada rincón invita al encuentro, la introspección y la conexión profunda:

A modo de reseña, en este descubrir el Yoga como fuente de inspiración y motor para la vida ¿Cuál fue el mayor desafío en tu camino como practicante y luego como docente?

              Antes que nada, gracias por hacerme parte de este Día Internacional del Yoga. El yoga ha sido una herramienta justa y necesaria que llegó a mi vida en el momento preciso, permitiéndome transformar mi manera de ver el mundo, asistirme en muchos aspectos y comenzar a transitar la vida con una mirada renovada. Descubrí que el yoga es mucho más simple de lo que creemos, y practicarlo es más accesible de lo que imaginamos. Para mí, el yoga es un estado de conciencia: así como uno puede sentirse solo, también puede sentirse acompañado; es sentirse parte, reconocer que «yo soy eso y eso está en mí». Practicamos para desbloquear todo aquello que nos impide sentirnos integrados. Después de 12 años de práctica, sigo sintiéndome una practicante. El yoga es mucho más que posturas; es un camino hacia la unidad interior y una filosofía hermosa que guía mi andar.

              En función a la dinámica de abordaje, ¿Qué estilo de yoga enseñas y por qué lo elegiste? En este sentido, ¿Cómo integras la filosofía del yoga en tus clases, y cuál es tu enfoque para trabajar con alumnos principiantes?

              Uno de los mayores desafíos que enfrento como profesora de yoga es encontrar mi propia voz y estilo. Ser consciente de mi esencia es fundamental, ya que el yoga, en su amplitud, abarca múltiples caminos, pero identificarse con un estilo particular —el propio— permite transmitir desde un lugar auténtico. Creo que la autenticidad es la mejor forma de llegar a los demás y compartir lo que uno verdaderamente desea. Para mí, construir una base fiel a lo que quiero enseñar implica renovarme constantemente, motivar a través de distintos medios de enseñanza y continuar formándome, siempre en sintonía con mi esencia personal. No todos los tipos de yoga me interpelan, y eso tiene que ver con mi personalidad y con la dirección en la que elijo crecer. Eso no significa que rehúya los desafíos; me gusta salir de mi zona de comodidad y explorar nuevas propuestas. Sin embargo, también debo ser consciente del público al que me dirijo y ofrecer aquello que sea saludable y significativo, propiciando un espacio de conexión con nuestro estado de conciencia, como te comentaba antes. En ese sentido, creo que ahí radica mi mayor búsqueda y desafío constante.

              La integración de la filosofía del yoga en mis clases no responde a un momento preestablecido, sino que surge de forma espontánea en el encuentro con los practicantes. A veces, una dinámica, una postura o una meditación se convierten en disparadores para compartir una reflexión o sembrar un concepto que cada persona pueda llevar a su vida cotidiana. No me extiendo con grandes discursos, pero sí marco lo que considero oportuno durante la práctica. Creo que, con el enfoque justo, esas palabras pueden resonar y quedarse con el practicante, que las lleven a su casa, a la vida misma, como me ha ocurrido a mí con enseñanzas clave recibidas de mis Formadores, que aún hoy me acompañan y nutren mi camino.

              Siguiendo la línea de la pregunta anterior, ¿Cómo surge el proyecto de Casa GAIAM, y que ha significado para vos la creación y puesta en marcha del espacio? En este sentido, ¿Cuál es el significado de su nombre y que fuentes de inspiración incidieron para la elección del mismo?

              Casa GAIAM llegó a mi vida sin haberlo planeado, aunque en mi interior estaba muy creado. Muchas veces soñé con tener mi propio espacio de yoga, pero no sabía cuándo ni cómo sucedería. Cuando finalmente se hizo realidad, me sorprendió profundamente. Verlo hoy materializado en mi hogar es una emoción tan grande que aún necesito tocarlo y abrazarlo para creer que es cierto, que existe, y que es mío. Estoy inmensamente agradecida a mi familia, que me acompañó en todo momento hasta llegar aquí. GAIAM significa «Yo soy Tierra», y en esa simple afirmación habita toda su profundidad. Casa GAIAM no es solo un salón para practicar yoga: es una manifestación de mi esencia, un pedazo de tierra que me representa, un espacio para conectar, compartir y elevarnos en conciencia. Es mi mundo hecho realidad, y simplemente decirlo ya me conmueve.

              En cuanto a la dinámica de trabajo, ¿Qué es lo que más valoras en la relación profesor-alumno?

              Para mí, la relación entre profesor y alumno se construye desde la humildad y la empatía. Aún me siento una practicante: comparto el camino con quienes vienen a clase, y en cada encuentro aprendo y crezco junto a ellos. Valoro profundamente la confianza, el respeto y ese vínculo afectivo que se va tejiendo con el tiempo. Creo que un buen profesor no impone, sino que crea un espacio seguro y genuino donde cada persona pueda explorar su práctica a su ritmo. Me esfuerzo por ser coherente con los valores que transmito, mostrando respeto por los procesos ajenos tanto como por los propios. Reconocer los tiempos individuales es clave, porque también transito los míos, y ver cómo los alumnos van floreciendo en su camino me conmueve profundamente. Algunos me acompañan desde hace años, y en ellos puedo ver, con gratitud, el reflejo de una evolución compartida.

              En un contexto social complejo y de constante crisis, ¿Cómo puede el yoga ayudar a las personas a sanar emocionalmente y  manejar el estrés y la ansiedad en su vida diaria? En este sentido, ¿Qué papel juega la respiración consciente en el proceso de sanación?

              Considero que uno puede sanar a través de las prácticas físicas, las técnicas de respiración, la meditación y la filosofía que se transmite. El yoga nos ofrece la posibilidad de conectar con nuestras emociones, encontrar equilibrio interior y procesar lo que el cuerpo siente. Buscamos activar el sistema nervioso parasimpático, facilitando así un estado de relajación, de conciencia, y reduciendo las respuestas que genera el estrés. Muchas personas llegan con dolencias físicas, insomnio, tensiones o desequilibrios hormonales —síntomas muchas veces gestados por el cansancio o el ritmo de vida— y lo primero es aprender a escuchar el cuerpo. Si no somos conscientes del cuerpo físico, no podemos acceder a una conciencia más profunda. En lugar de rechazar lo que sentimos, propongo abrazarlo, entender que todo lo que emerge tiene un origen en nuestras acciones, pensamientos o hábitos, y que tenemos el poder de transformarlo. El yoga no es solo una práctica física: es una disciplina que, con compromiso y regularidad, puede guiarnos a vivir con mayor plenitud y conciencia. Así es como entiendo el camino: una forma de transitar la vida abrazando todo lo que el yoga nos revela.

              Por otra parte, la respiración consciente cumple un papel esencial en el camino del autoconocimiento y la autoobservación. A través del pranayama —la práctica del control consciente de la respiración— aprendemos a reconocer que el aire que inhalamos es energía vital, el combustible que sostiene nuestro cuerpo y mente. ¿Qué energía le estamos dando a nuestro cuerpo? ¿Somos conscientes de cómo respiramos durante el día? Está comprobado que la mayoría de las personas respiran de forma inadecuada gran parte del tiempo, y esa respiración mal gestionada agota nuestras reservas. Al detenernos y practicar una respiración adecuada al momento presente, logramos calmar el sistema nervioso, reducir el estrés y habitar con más presencia nuestro cuerpo. Desde mi mirada, la respiración, como nuestra vida, no tiene que ir acelerada: cuanto más observamos lo que hacemos, más a favor nuestro fluye el proceso, sin importar el tiempo que lleve. La sociedad avanza a su ritmo, pero yo soy yo, y aprender a respetar mis propios tiempos es una forma de honrarme. Ir a mi ritmo, y no al del otro, es elegir habitar mi vida con autenticidad y presencia. Respirar a nuestro propio ritmo es vivir según nuestro tiempo interno. Y es en esos instantes de práctica compartida donde buscamos justamente eso: llegar en un estado y partir en otro, más en paz, más en sintonía, por lo menos es lo que intentamos lograr.

              ¿Algún mensaje que desees agregar?

              Me encantaría contarles que durante todo el mes de junio estuvimos realizando jornadas abiertas a la comunidad. Si bien los cupos eran limitados por el espacio físico disponible, la respuesta fue —y sigue siendo— maravillosa: cada taller y jornada tuvo cupos completos. Nos visitaron profesoras/es y compañeros de Tres Arroyos, así como Profesoras locales de Chaves que están haciendo cosas increíbles. Mi corazón está pleno de felicidad al ver en cada persona su expresión de gratitud. Lo más bello es que todo esto se realiza con un fin, es decir, a cambio de un alimento no perecedero, con el objetivo principal de colaborar con instituciones de nuestra ciudad que realizan una labor de asistencia invaluable. Esa energía de dar y recibir genera una abundancia hermosa, y eso también es parte del yoga. Junio, como mes del Yoga, nos invita a sembrar y celebrar; cuanto más podamos compartir, más felices somos. Además, cuento con la compañía de Inés Romero y Anahí Giménez, dos profes y personitas hermosas que me acompañan desde que Casa GAIAM abrió sus puertas. Ofrecemos clases todos los días en distintos horarios de mañana, tarde y noche, para acompañar a cada persona en su ritmo. Por eso, están todos invitados a ser parte de este espacio, porque Casa GAIAM es de y para la comunidad. Y gracias a ustedes, como medio, por permitirme compartir un pedacito de mi historia, una experiencia que me sigue formando cada día, porque sigo siendo alumna y practicante.

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